Según el Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares de EE. UU. todas las personas nacemos con un número limitado de neuronas. Por supuesto, un proceso conocido como neurogénesis se encarga de regenerarlas a medida que envejecemos. No obstante, con el paso del tiempo, ciertos factores interfieren en dicho proceso y destruyen las células cerebrales a un ritmo mucho más acelerado del normal.
Además de los causantes más obvios (como los narcóticos, por ejemplo), a continuación le presentamos seis culpables de la deterioro neuronal…
1. Comida chatarra
Seguramente ya esté al tanto de que el exceso de comida chatarra tapa sus arterias, contribuye con el aumento de peso y daña al corazón. Sin embargo, un grupo de neurólogos de la Universidad de Los Ángeles, California, asegura que seguir una dieta alta en grasas también bloquea los vasos sanguíneos del cerebro y limita el suministro vital de sangre y de oxígeno, lo que acaba por destruir sus neuronas.
Su cerebro, al igual que sus músculos y que el resto de los órganos, necesita nutrientes saludables para poder sobrevivir y para desempeñarse de manera óptima. Cuando las células cerebrales carecen de dichos nutrientes, terminan muriéndose de hambre. Si bien la ingesta ocasional de comida procesada llena de grasas y de aditivos (exotoxinas) y con escaso contenido calórico no impacta significativamente sobre su salud, a largo plazo hasta puede deteriorar el desarrollo cognitivo.
2. Deshidratación
Si tiene en cuenta el hecho de que el 75% de nuestro cerebro está compuesto por agua, comprenderá por qué hemos incluido este trastorno en nuestra lista. Según la Clínica Mayo, la deshidratación leve ocurre al cabo de 4 horas. En ese periodo se produce un desbarajuste en el organismo. De hecho, el cerebro trabaja de manera excesiva a fines de que las células logren rehidratarse. Como resultado, un edema cerebral (o inflamación del cerebro) puede provocar la ruptura o la contracción de este órgano vital.
El mito de que las bebidas alcohólicas son las únicas que destruyen las células cerebrales puede atribuirse a un concepto erróneo fomentado por el ‘Movimiento por la Templanza’, que está totalmente en contra del consumo de alcohol. No obstante, la ingesta excesiva de sustancias con etanol está vinculada con la deshidratación y con la supresión de la hormona antidiurética, que controla la reabsorción de moléculas de agua mediante la concentración de orina. En otras palabras, es la que hace que no se nos “escapen el pipí” después de un par de cervezas.
3. Episodios de estrés severo
El estrés tiene un punto de quiebre, que suele variar según el individuo. Es entendible que demasiada presión en nuestra vida impacte negativamente sobre nuestra apariencia, nuestros patrones de sueño o nuestro peso y nos obligue a concentrarnos un poco más en nosotros mismos. No obstante, la exposición continua a niveles elevados de cortisol (la hormona del estrés) desencadena una serie de procesos biológicos muy dañinos. Según un grupo de neurólogos de la Universidad de California, en Berkeley, dicha exposición excesiva acaba con las células cerebrales y perjudica la función cognitiva.
Dicho estudio, que fue publicado en la revista Psychology Today, logró demostrar que el estrés crónico a largo plazo altera la estructura cerebral y fomenta la secreción excesiva de células gliales (que producen mielina) en lugar de neuronas (transmisores de información). Los expertos aseguran que esta es la razón por la que muchos jóvenes que se encuentran bajo mucha tensión son más propensos a desarrollar trastornos de ansiedad, cambios bruscos de humor, esquizofrenia y trastorno por estrés postraumático (TEPT) años más tarde.
4. Privación de sueño
Al dormir, nuestro organismo logra deshacerse de todas las tensiones acumuladas. La National Sleep Foundation (NSF) afirma que de 7 a 9 horas de descanso nocturno son suficientes para alcanzar el sueño MOR (o de movimientos oculares rápidos). Ahí es donde entra en juego el cerebro que, al inmovilizar las extremidades, reabastece los niveles de energía y activa las regiones cerebrales responsables de garantizar el aprendizaje y la consolidación de la memoria.
Un estudio realizado por la NSF vincula la privación del sueño con el deterioro del locus cerúleo, la región cerebral que se encarga de producir energía. Una vez que las neuronas desaparecen, tanto el hipocampo (responsable del almacenamiento de la memoria explícita) como la corteza cerebral (a cargo de la atención, de la conciencia perceptiva, del pensamiento y de la conciencia) se encogen y algunas funciones cognitivas como la memoria, la concentración y la habilidad para tomar decisiones comienzan a fallar.
5. Exposición a químicos y pesticidas
Existe una gran controversia en torno a la presencia de sustancias químicas en nuestros alimentos — y por una muy buena razón. En 2012, una investigación publicada por el Dr. David Bellinger, un profesor de neurología de Harvard, vincula el uso común de más de una docena de pesticidas con la aparición de trastornos cognitivos y de comportamiento infantiles.
El Dr. Bellinger decidió calcular el coeficiente intelectual (CI) de un grupo de niños cuyas madres estuvieron expuestas a neurotoxinas (como plaguicidas organofosforados, plomo y mercurio) por vía aérea, a través de alimentos o de agua durante el embarazo. Los resultados del estudio revelaron que los pequeños afectados indirectamente por dichas neurotoxinas contaban con un total de 16,9 millones de puntos menos en sus IC que los que no habían tenido contacto con dichos componentes químicos.
6. Fumar o mascar tabaco
Además de los reiterados casos de enfisemas, de infartos y de accidentes cerebrovasculares asociados con este hábito, fumar también contribuye al daño cerebral. Con más de 7.000 químicos altamente tóxicos que ingresan al organismo con cada pitada, no debería sorprenderse al descubrir que ciertos compuestos en el tabaco hacen que los glóbulos blancos ataquen a las células saludables.
Un estudio realizado por el Indian National Brain Research Center (NBRC), que fue publicado en la revista Journal of Neurochemistry, descubrió que el NNK, un procarcinógeno, fomenta la neuroinflamación, una enfermedad vinculada con la esclerosis múltiple. Las complicaciones ocurren cuando el NNK ingresa al cuerpo (por medio de un cigarrillo o del tabaco) y desencadena una respuesta exagerada de las microglías del cerebro o de las células inmunitarias. Por lo general, las microglías son responsables de erradicar células dañadas o peligrosas. No obstante, debido al NNK, las células inmunitarias atacan por error a las neuronas sanas y generan daño neurológico.