Lavarse el rostro por la mañana y antes de dormir no tiene nada de complicado. Aún así, muchas personas subestiman esta simple rutina de higiene y acaban con problemas de acné, resequedad y oleosidad.
A continuación, descubrirá ocho consejos que le cambiarán la vida…¡Póngalos en práctica!
1. Cuidado con los productos que irritan la piel
El limpiador facial que mejor le sienta a su rostro no siempre es aquel que su hermana o su mejor amiga utilizan. Debe buscar un producto que remueva todo tipo de impurezas recolectadas durante el día y que, a su vez, retenga la mayor cantidad de óleos naturales de la piel para evitar que se irrite o se enrojezca.
La resequedad y el acné están muy vinculados con la composición del producto. Si, por lo general, no tolera aquellos que contengan ingredientes sintéticos (como los parabenes) o fragancias, busque lociones naturales elaboradas exclusivamente para pieles sensibles.
2. Para el acné, nada de óleos o aceites
Si su cutis es propenso al acné, debería evitar todo tipo de productos que contengan aceites. La Dra. Sherry Hsiung, experta en dermatología y asesora de la marca de cosméticos Kiehl’s, asegura que los aceites botánicos benefician todos los tipos de piel, incluso las más oleosas.
Sin embargo, la Dra. Hsiung explica que todo depende del producto que elija. Los óleos botánicos que mencionamos anteriormente contienen aceites esenciales como omega 3, 6 y 9 y otros ácidos que estabilizan la producción de grasa de la piel y son 100% naturales. Para pieles irritables, opte por productos orgánicos y suaves, como aceite de semilla de uva, almendra o damasco.
3. Higiene excesiva
Como todo en esta vida, la moderación es clave a la hora de cuidar su rostro. Si se lava más de dos veces al día, su piel puede irritarse y producir aceites naturales en exceso.
Si hace ejercicio o practica algún deporte, usa mucho maquillaje o se aplica bloqueador solar varias veces al día, sentirá que necesita lavar su rostro con mayor frecuencia. En lugar de aplicarse lociones limpiadoras de forma repetitiva, lávese con agua tibia para deshacerse de las impurezas. De esta manera, prevendrá episodios de resequedad e irritación.
4. Exfoliación excesiva
El proceso de exfoliación tiene como objetivo deshacerse de las células muertas de la piel. Sin embargo, algunos limpiadores exfoliantes incorporan ingredientes abrasivos tales como azúcar y zumos de frutas cítricas.
Es por eso que, al aplicárselos en exceso (o con esponjas), su piel puede adquirir un aspecto arrugado o agrietado como consecuencia de tanta fricción. Evite realizarse este tipo de tratamientos de belleza más de dos veces a la semana y procure complementarlos con un gel humectante liviano.
5. Hidrátese cuanto antes
Los expertos en dermatología de la Clínica Mayo aseguran que los geles y las cremas hidratantes son una especie de sello protector y es por ello que son tan importantes a la hora de limpiar su rostro.
Aunque no lo crea, un factor clave a la hora de concretar la fase de hidratación es cuándo la lleva a cabo. Los productos humectantes son absorbidos de forma mucho más eficiente cuando se los aplica inmediatamente después del lavado, debido a que los poros todavía están abiertos. Si deja pasar mucho tiempo, el producto no penetrará correctamente en la superficie.
6. Controle la temperatura del agua en el lavado
Es probable que prefiera lavarse el rostro con agua caliente por dos motivos simples; primero, abre sus poros y segundo, se siente bien (en especial, en las mañanas frías de invierno). Sin embargo, según la Dra. Kucy Pon, experta en dermatología y consultora de Olay, el agua muy caliente acaba con los aceites naturales que protegen la piel.
Además, la resequedad en pieles con acné fomenta la producción excesiva de sebo. La Dra. Pon asegura que el rostro no dispone de músculos que abren y cierran los poros según la temperatura.
7. Cuidado con las toallas
Sé lo bien que se siente secar su rostro después de un buen lavado. Sin embargo, frotar en exceso las zonas de los ojos y la boca puede ocasionar la aparición de arrugas y grietas en la piel.
En cambio, opte por una toalla suave que proteja la elastina, la proteína que le otorga flexibilidad a los tejidos conectivos del cuerpo.
8. Enjuáguese
Si se lava el rostro y no se enjuaga correctamente, es probable que acabe con la piel irritada y con brotes de acné. Según the Office on Women’s Health, un organismo vinculado con el Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos, los residuos de productos que se acumulan en la piel tapan los poros y fomentan la aparición de puntos negros y resequedad.
Así que, la próxima vez, recuerde empapar bien su rostro — desde la frente hasta el mentón — para deshacerse de cualquier impureza que pueda dañar su piel. Préstele especial atención a la zona T, al mentón y a la nariz, ya que son las áreas más propensas al desarrollo de granitos y espinillas.