En la cultura popular sigue estando vigente la creencia de que la obesidad es el resultado típico de comer en exceso y de ejercitarse poco (o nada). Lo más triste es que muchas personas estigmatizan a quienes sufren de sobrepeso sin conocer la verdad acerca de su enfermedad. Como consecuencia del abuso verbal por parte de extraños en la calle, de las burlas constantes, el odio y el descontento hacia uno mismo, los individuos con obesidad padecen otros tantos problemas de salud físicos y mentales.
Un buen punto de partida para revertir esta triste situación es entender qué hay detrás de la obesidad…
1. Entornos propicios a la obesidad
Lo que se conoce como “entorno obesógeno” se relaciona con la postura que el entorno en el que nos movemos adopta hacia la actividad física y los hábitos alimenticios. Por ejemplo, si vivimos en una zona sin aceras seguras donde caminar ni acceso a frutas y vegetales frescos, las probabilidades de desarrollar obesidad serán mucho mayores que en un vecindario que dispone de áreas para hacer ejercicio y que ofrece opciones saludables de alimentación.
Esto no quiere decir que el entorno es el único motivo por el cual existe la obesidad, pero sí que es un factor a considerar a la hora de analizar las causas de la enfermedad. Los individuos que viven en zonas donde se fomentan el consumo de comida rápida y el uso de vehículos para trasladarse, es probable que tengan mayores dificultades a la hora de modificar dichos hábitos a fines de perder peso.
2. La cultura de la belleza
No debería sorprenderlo el hecho de que cada cultura juegue un rol importante en la “epidemia” de obesidad que se ha dado en estos años. La creencia de que para ser atractivo se necesita ser delgado, atlético y musculoso ha influenciado la forma de pensar y la salud mental de miles de hombres y mujeres durante décadas. Por desgracia, el ideal de belleza es inalcanzable para la mayoría de los norteamericanos y aún así la lucha por conseguirlo sigue en pie.
Tantos años de hacer dietas estrictas y poco saludables han contribuido a que aumentemos de peso con el tiempo. De todas formas, el ciclo de altibajos en el peso continúa con la esperanza de que la próxima dieta o píldora será la que haga el milagro. Las creencias sobre la belleza en nuestra cultura han motivado la hambruna, el exceso de actividad física y otros tantos trastornos alimenticios. Sólo funciona para los que ganan dinero con ello.
3. Salud mental
Otro factor que influencia el desarrollo de la obesidad son los trastornos psicológicos. Como consecuencia de la depresión, la ansiedad, el estrés crónico y los traumas del pasado, cada vez son más las personas con sobrepeso. Refugiarse en la comida es otra forma de lidiar con los problemas mientras que ciertos medicamentos (como los antidepresivos) también han sido vinculados con el aumento de peso.
El vínculo entre obesidad y salud mental es tan sólido que la Canadian Obesity Network sugiere que las personas que sufren de obesidad deben realizarse una serie de pruebas psicológicas antes de involucrarse en programas para perder peso.
4. Genética
Si bien las investigaciones sobre obesidad sugieren que la genética puede ser una de las causas de la obesidad debido a enfermedades tales como el síndrome de Prader-Willi (un trastorno genético que provoca obesidad y pone en riesgo la salud de los niños), este no siempre es el caso. Combinar la genética con otros factores permite predecir con mayor precisión los problemas de sobrepeso.
La cátedra de investigación de Obesidad en la Université Laval sugiere que identificar los genes problemáticos es una forma útil de saber qué individuos están en riesgo y así ayudarlos a mantener una alimentación sana y un estilo de vida activo.
5. Redes sociales
Se ha comprobado que tener amigos y familiares que apoyen los cambios en nuestra salud nos ayuda a ser más constantes a la hora de mantenernos en forma. La American Psychological Association coincide con dicha afirmación y sugiere que aquellos que son apoyados por su entorno social al perder peso tienen mayores probabilidades de mantenerse en forma que aquellos que no han recibido ningún tipo de estímulo externo.
Además, la influencia social juega un rol clave en comportamientos tales como la alimentación, el ejercicio, el aumento y la pérdida de peso. El viejo dicho “dime con quién andas y te diré quién eres” no se equivoca en absoluto. Si uno desea llevar a cabo cambios saludables en la forma de comer, de ejercitarse y demás, primero necesita deshacerse de las influencias negativas de su vida.
6. Adicción a la comida
Como forma de lidiar con los problemas y emociones negativas de la vida, muchas personas recurren al alcohol, a las drogas, a las compras y a las apuestas para buscar alivio. Para otros tantos, la comida suele tener ese efecto terapéutico. Ya sea que sufra de depresión, soledad o cualquier otra dificultad psicológica, la comida siempre es una forma fácil de consolarnos. No obstante, esto resulta en el aumento de peso y en el desarrollo de obesidad a medida que pasa el tiempo.
Los expertos han logrado descifrar cómo influyen en el cerebro determinados alimentos. De hecho, ciertos estudios han revelado que después de ingerir azúcar, se estimulan los mismos centros de placer que al consumir cocaína o heroína. Dejar atrás el azúcar es casi tan complicado como dejar de usar drogas. Cada vez se necesitan más cantidades para lograr el mismo efecto placentero del principio. En otras palabras, la obesidad puede ser consecuencia de la adicción a la comida.
7. Falta de consciencia
Con tantos mensajes que nos indican qué debemos comer, cómo debemos ejercitarnos y perder peso, no es casualidad que a veces nos sintamos un poco abrumados. Una madre piensa que darle jugo de naranja a su hijo es mucho más saludable que darle un refresco pero, de pronto, descubre que tanto uno como el otro está repleto de azúcares dañinos. Incluso cuando decidimos echarle un vistazo a la información nutricional, nos quedamos absortos con el tamaño de las porciones, los porcentajes y los ingredientes que ni siquiera podemos pronunciar.
En las últimas décadas, se creía que una dieta baja en grasas y rica en carbohidratos refinados era saludable. Hace apenas unos años, se comprobó que esta teoría era errónea. Por desgracia, parece que nuestra obsesión con los carbohidratos ha pasado factura en nuestras figuras.
8. Poder adquisitivo
Cuando las gaseosas son más accesibles que el agua mineral, no hace falta ser experto para entender la relación entre poder adquisitivo y obesidad. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades explican que las personas de bajos recursos son más propensas a tener sobrepeso. El Dr. Jim Levine, un investigador de la clínica Mayo, ha estudiado la relación entre pobreza y obesidad durante años y notó que la falta de acceso a alimentos saludables en ciertos entornos promueve un estilo de vida sedentario que contribuye con las tasas de obesidad.
Lo triste es que la brecha entre los ricos y los pobres es cada vez más grande. Como si esto fuera poco, los productos ricos en sal, azúcar y grasa son las únicas opciones disponibles y los alimentos naturales y nutritivos cada vez son más caros. Lo más probable es que las tasas de obesidad y sobrepeso (y de otras enfermedades relacionadas) sean cada vez mayores en Norteamérica.
9. Químicos ambientales
Uno de los descubrimientos más recientes acerca de la obesidad es la influencia de químicos ambientales en la salud general de los individuos. Bruce Blumberg, profesor adjunto de la cátedra de desarrollo y biología celular en la Universidad de California, explica que los animales que están expuestos a ciertos compuestos que alteran las hormonas antes del nacimiento juegan un rol clave en su metabolismo y favorecen el aumento de peso en el futuro. El Dr. Blumberg ha sido capaz de detectar dos sustancias químicas dañinas, el biosfenol A (presente en plásticos) y el tributilo de estaño (que se encuentra en la pintura verde de los barcos).
Además de alterar su metabolismo, los expertos han descubierto que, con el tiempo, estos elementos aumentan el tamaño de las células adiposas en los animales que habitan en zonas contaminadas. A pesar de que las investigaciones que vinculan los químicos ambientales con el incremento de las tasas de obesidad son muy recientes, cabe resaltar que son de gran importancia para la humanidad.
10. Miedo a ser gordo
Por más que ya hayamos hablado acerca del costado psicológico detrás de la obesidad, el miedo internalizado de la sociedad a ser gordo es lo que causa más daño. Los prejuicios contra las personas con sobrepeso en nuestra cultura afectan de forma negativa todos los aspectos de la salud de aquellos que sufren la enfermedad. Desde mensajes en los medios hasta cartas que comienzan con “Queridas personas con sobrepeso” en Internet, las personas se sienten ridiculizadas, juzgadas, odiadas, despreciadas y hasta avergonzadas de ser quienes son.
Los estigmas y el miedo a ser gordo se hacen evidentes en la forma en que nos referimos a la comida, al ejercicio y hasta a nuestros propios cuerpos. Lo peor de todo es que se transmite a los niños en edad escolar y ataca nuestra autoestima a medida que crecemos. Son la principal causa de los trastornos alimenticios y puede resultar en abusos verbales y físicos, autoflagelación y suicidios. Necesitamos con urgencia un cambio de perspectiva en cuanto a la salud y a las estadísticas sobre obesidad. Juzgar, culpar a otros y etiquetar no han servido de nada hasta ahora.