No podemos soportar estar en la fila del supermercado sin echarles un vistazo a las revistas y los periódicos que publican en primera plana la última dieta o súper alimento milagrosos. La industria dietética estadounidenses reúnen alrededor de 40 mil millones de dólares al año y continúan construyendo sus fortunas a costa de las esperanzas de los norteamericanos de perder esos kilitos de más. Lo curioso es que mientras los investigadores del área de obesidad afirman que perder peso es un proceso lento y progresivo, la industria de las dietas explota el ideal de lograr el cuerpo perfecto en tan sólo 8 semanas.
En cuanto a deshacernos del peso indeseado, parece haber una gran brecha entre lo que sabemos y lo que hacemos. Si reforzar la salud física y mental es prioridad en su lista de quehaceres, le sugiero que se tome un momento para considerar los siguientes diez puntos…
1. Las dietas no sirven
Ya hemos oído esto antes, ¿verdad? Entonces, ¿por qué seguimos insistiendo en hacer dieta?¿Será esperanza?¿Desesperación? Sea lo que fuere, hace que la industria dietética invente nuevos y más ridículos planes de alimentación mientras recauda miles de millones de dólares. Al fin de cuentas, los perjudicados somos nosotros mismos, ya que recuperamos el peso perdido al cabo de un año o dos.
Las dietas no funcionan por diversas razones pero la más importante implica entender la ciencia detrás de perder peso. Al descubrir que ha perdido 10 kg, el cerebro comienza a trabajar para compensar la falta y hace que la comida tenga mejor sabor, provocándole antojos de ciertos alimentos y generándole más apetito que de costumbre para que consuma lo primero que esté a su alcance. Sí, el cerebro juega sucio y no se esfuerza por disimularlo.
2. Hacer dieta desvía la atención
Si viviéramos en una sociedad que no estuviese tan pendiente de hacer dieta o de tener el cuerpo perfecto, ¿cuánto tiempo adicional tendríamos para dedicarles a nuestros pasatiempos? Quizás podríamos hacer un curso nocturno o comenzar una carrera nueva. Incluso podríamos escribir un libro o arriesgarnos a tomar decisiones que nunca nos animamos a tomar. El miedo a vernos gordos o a lo que los demás puedan pensar evita que nos concentremos en lo que realmente queremos hacer.
Desde la escuela primaria, tanto niños como niñas empiezan a tener opiniones negativas con respecto a sus cuerpos. Esto puede influenciar su alimentación y hasta los lleva a desarrollar trastornos alimenticios en la adultez, con un interés constante en el peso, la ingesta de calorías y la imagen corporal. Con semejante obsesión, no nos queda tiempo para los amigos, la familia y demás actividades que nos harían sentir animados y reforzarían nuestra autoestima.
3. Las dietas no son divertidas
¿Cuántas veces entramos en pánico al saber que la cena de la oficina se acerca o al recibir la invitación a una fiesta importante? ¿Qué comeremos?¿Nos zafaremos de la dieta? ¿Perderemos el control y recaeremos en viejos malos hábitos? Estos miedos son reales, evitan que asistamos a eventos sociales y nos hacen perder oportunidades únicas de estar con otras personas.
Los niveles de estrés aumentan aún más si nuestra régimen alimenticio nos prohíbe consumir carbohidratos o cualquier producto de origen animal. Además de tener que tomarse horas enteras para planear y preparar sus menús, muchas dietas no se adaptan a la vida social (al menos no hay una que permita celebrar la comida).
4. Hacer dieta viene de la mano de otros trastornos
Existe una línea muy delgada entre hacer dieta y tener un trastorno alimenticio. A pesar de que las estadísticas sugieran que apenas el 35% de los individuos que están a dieta desarrollarán anorexia o bulimia, los trastornos alimenticios subclínicos (es decir, trastornos alimenticios muy difíciles de diagnosticarse) son cada vez más comunes. Desde saltarse comidas hasta obsesionarse con consumir productos saludables, las dietas sólo manipulan nuestro pensamiento.
Steven Bratman, MD, autor de Health Food Junkies, relata miles de historias acerca de personas que se concentran en los alimentos de manera holística para prevenir enfermedades y acaban convirtiéndose en presas de obsesión por la alimentación saludable. Este trastorno alimenticio se conoce como ortorexia y fue descubierto por Bratman. Por más que no sea diagnosticable tiene consecuencias severas en la salud del paciente.
5. Las dietas no contemplan el panorama completo
La pérdida y el aumento de peso pocas veces tienen que ver con la comida; nuestros hábitos alimenticios son secundarios a lo que los ocasiona. El estrés y la angustia son los principales culpables detrás del aumento de peso (sin mencionar los cambios hormonales que ocurren con la edad) y hasta podemos ir más allá y decir que las emociones y la salud mental son el hilo desencadenante al hablar de desequilibrios en la alimentación.
Para lograr bajar de peso de forma permanente y ver resultados a largo plazo, primero se debe realizar un análisis de salud mental. Descubrir la conexión entre las emociones y aprender cómo estas afectan nuestros hábitos alimenticios tendrá mayor impacto al perder peso que simplemente privarnos de comer.
6. Las dietas son costosas
Los alimentos preenvasados y separados en porciones y los polvos para bajar de peso sólo adelgazan su billetera. Antes de iniciar un nuevo régimen alimenticio lo primero que deberá preguntarse es si podrá cumplirlo toda su vida. Si la respuesta es no, busque otras alternativas.
Además, recuerde que las dietas que sólo se basen en polvos o restricciones alimenticias severas jamás serán una opción saludable. A pesar de que los expertos en nutrición y los gurús de las dietas no logren ponerse de acuerdo para definir qué es saludable ni sepan cuál es la manera indicada de controlar su peso, hay dos puntos en los que muchos coinciden: 1) deberá consumir grandes cantidades de productos no procesados e integrales y 2) eliminar o limitar las proporciones de azúcares refinados que ingiere.
7. Las dietas no tienen nada que ver con la buena alimentación
Si un plan de alimentación ha sido diseñado con el simple propósito de perder peso de forma rápida y fácil, es probable que deje de lado el factor salud. Desde contar calorías hasta eliminar ciertas frutas y vegetales, muchos regímenes alimenticios no nos enseñan a nutrir nuestros cuerpos de manera equilibrada.
El objetivo de seguir una dieta saludable, llena de vegetales y frutas, es reducir los riesgos de sufrir enfermedades crónicas como cáncer o problemas cardiacos. Sí, puede que luzcamos bien en nuestros jeans ajustados si evitamos ciertas frutas o vegetales pero, al final, pagaremos los platos rotos con nuestra salud. Recuerde, ser delgado no significa estar saludable.
8. Vivir haciendo dieta nos convierte en terribles modelos a seguir
A los que les tocó crecer en las décadas de los 70 y 80 seguramente han visto a sus madres recurrir a las galletas de arroz, al melón y al queso cottage para perder peso. Las investigaciones sugieren que las personas que se crían en ambientes con preocupación excesiva por el peso corporal tendrán mayores riesgos de someterse a dietas poco saludables y a tener relaciones turbulentas con la comida y su imagen en la adultez.
Para asegurarnos de que seremos modelos a seguir positivos para nuestros niños debemos encontrar el equilibrio entre los alimentos nutritivos y los “divertidos”. Catalogar alimentos como “buenos” o “malos” sólo resulta en más restricciones alimenticias y prohibiciones en el futuro. Créase o no, disfrutar de un helado con sus hijos es una manera maravillosa de promover la buena salud y el bienestar general.
9. Hacer dieta afecta nuestra salud mental
El círculo vicioso que se genera al hacer dieta no sólo implica comer más o menos grasas sino que puede causar un gran caos en nuestra salud mental y en nuestro bienestar general. Las investigaciones han demostrado que las deficiencias nutricionales impactan tanto en el estado de ánimo como en el nivel cognitivo y sugieren que pueden acabar en atracones de comida tremendos (que, a su vez, resultan en sentimientos de vergüenza y culpa).
Cuando nos obsesionamos con el peso corporal, es lógico que experimentemos depresión y frustración al recuperar el peso que hemos perdido. Sé que aceptarse tal cual es y adoptar una dieta saludable y equilibrada no es una solución atractiva. Sin embargo, si bien no tendremos el cuerpo que tanto deseamos, alcanzaremos el equilibrio mental y físico, lo que hará que adelgazar sea más fácil.
10. Las dietas (de verdad) no funcionan
Este punto es muy importante, por eso lo mencionamos dos veces. Si existiera una dieta que le garantizara perder peso de forma rápida, fácil y sin dolor, no habría ni una celebridad preocupándose por este tema. ¡Las dietas no funcionan! Cuanto antes nos familiaricemos con esta idea, mejor nos sentiremos y menores serán nuestras expectativas (sin mencionar que nuestras billeteras estarán más que felices).
El primer paso para perder peso es saber qué le ocurre en este momento. ¿Por qué come?¿Qué come? Detectar patrones de alimentación emocional o darse cuenta de que usa la comida para lidiar con el estrés es una forma maravillosa de comenzar. No se apresure a cambiar y busque un pasatiempo o un snack saludable para esos momentos de angustia y ansiedad. Decirle adiós a los kilos de más de por vida es más fácil de decir que de hacer…pero es posible si le decimos NO a la próxima dieta milagrosa que se cruce en nuestro camino.