Los accidentes cerebrovasculares son una de las principales causas de muerte y discapacidad en Norteamérica. Los investigadores aseguran que alrededor de 500.000 estadounidenses tienen su primer ACV al año y un 20% de ellos muere al cabo de un mes. Los dos tipos de ACV más comunes son el isquémico y el hemorrágico. El más frecuente es el primero (85%) y ocurre cuando las arterias que transportan sangre oxigenada al cerebro son obstruidas por un coágulo. El segundo surge cuando una arteria del cerebro se lesiona, pierde sangre y, como consecuencia, ejerce presión y daña las células cerebrales.
Como la prevención siempre es el mejor remedio, le presentamos diez factores de riesgo a los que debe estar atento…
1. ACV o ataque isquémico transitorio previos
La National Stroke Association estima que, al menos, el 25% ó 35% de los estadounidenses que experimenta un ACV es propenso a sufrir otro a lo largo de sus vidas. Dentro de los primeros cinco años, las posibilidades rondan el 40%. En otras palabras, el 24% de las mujeres y el 42% de los hombres serán víctimas de otro ACV al cabo de cinco años tras haber padecido el primero.
Un ACV isquémico, o lo que también se conoce como mini-ACV, presenta los mismos síntomas que un ACV común, aunque los síntomas del primero desaparecen en no más de 24 horas. Entre los signos más notorios se incluyen debilidad, problemas para hablar, visión borrosa o distorsionada, dolores de cabeza y mareos. De la misma manera, los ataques isquémicos transitorios (ATI) elevan los riesgos de sufrir un ACV. Según la National Stroke Association, el 40% de los individuos con ATI tendrá un ACV en el futuro. De hecho, alrededor del 50% de los afectados padecerá un ACV a los pocos días de haber sufrido un ataque isquémico transitorio.
2. Hipertensión
La hipertensión, o presión arterial elevada, es un factor de riesgo importante para los ACV. Un artículo publicado en la revista Hypertension afirma que la enfermedad afecta a unos 43 millones de individuos en los Estados Unidos. En personas mayores de 60 años, la presión arterial superior a 150/90 mm Hg es considerada hipertensión. En pacientes menores de 60, los valores de hipertensión superan los 140/90 mm Hg. Una investigación llevada a cabo por los Archives of Internal Medicine afirma que menos del 30% de los hipertensos en tratamiento tiene presión arterial inferior a 140/90 mm Hg.
La hipertensión es un factor de riesgo común pero evitable de los ACV. Un artículo de la revista Lancet reveló que la reducción de la presión arterial diastólica de 5 a 6 mm Hg disminuye los riesgos de experimentar un ACV en un 42%. Una investigación realizada por The Systolic Hypertension in the Elderly Program (SHEP) demostró que el tratamiento de la hipertensión sistólica en adultos mayores disminuye los riesgos de tener un ACV en un 36%.
3. Infarto de miocardio
El infarto de miocardio, o ataque cardiaco, es una de las principales causas de ACV. A su vez, está íntimamente relacionado con la arterioesclerosis, que se conoce como el endurecimiento de las arterias con placas de colesterol. Un artículo publicado en Chest asegura que, después de un infarto de miocardio, los riesgos de sufrir un ACV isquémico son de alrededor de 1% ó 2%. Un ensayo clínico de origen israelí concluyó que las probabilidades de padecer un ACV al cabo de un mes de haber sufrido un infarto de miocardio son del 31%.
Los tratamientos para prevenir los ACV después de un infarto incluyen anticoagulantes por vía oral (diluyentes sanguíneos) y agentes antiplaquetarios. La warfarina (Coumadin®) es un medicamento anticoagulante que se les suele recetar a los individuos que han sufrido un infarto de miocardio con fibrilación auricular persistente, con disminución de la función del ventrículo izquierdo y con coágulos sanguíneos en el ventrículo izquierdo. Una investigación llevada a cabo por la American College of Physicians reveló que la warfarina reduce los riesgos de sufrir un ACV después de un infarto de miocardio en un 1% al año. Un artículo publicado en Annals of Internal Medicine sugiere que los agentes antiplaquetarios reducen los riesgos de sufrir un ACV después de padecer un infarto de miocardio en aproximadamente un 30%.
4. Diabetes
La diabetes es uno de los principales causantes de los accidentes cerebrovasculares. Existen dos tipos de diabetes, la uno y la dos. En la primera, el páncreas no produce insulina, la hormona responsable de disminuir los niveles de glucosa en sangre. En la segunda, los tejidos corporales se resisten a la acción de la insulina. Ambas resultan en la aparición de niveles elevados de glucosa en sangre o hiperglucemia.
Los individuos se consideran diabéticos cuando sus niveles de glucosa en sangre son iguales o mayores a 126 mg/dl. Según la American Diabetes Association (ADA), los diabéticos son 1,5 veces más propensos a sufrir un ACV que el resto de las personas. Como si esto fuera poco, también tienen mayores posibilidades de experimentar hipertensión e hiperlipidemia (colesterol alto), que eleva aún más el peligro. El United Kingdom Prospective Diabetes Study (UKPDS) reveló que aquellos que se someten a controles frecuentes de glucosa en sangre disminuyen las posibilidades de sufrir ACV en un 25%.
5. Fibrilación auricular
La fibrilación auricular (FA) es el tipo de arritmia cardiaca más frecuente. Afecta principalmente a las cámaras superiores del corazón, conocidas como aurículas. Estas, en lugar de contraerse de forma correcta, fibrilan (el ritmo cardiaco es irregular y caótico) haciendo que la sangre se acumule y desarrollen coágulos. Si estos se rompen, se obstruyen las arterias que van al cerebro y disminuye o se frena el flujo sanguíneo. Este proceso se conoce como isquemia. Si no se trata a tiempo, puede resultar en una necrosis o muerte de las células cerebrales.
Un estudio publicado por los Archives of Internal Medicine revelaron que aquellos individuos que padecen fibrilación auricular presentan el doble de riesgos de perder la vida que el resto. Framingham Heart Study demostró que un individuo con fibrilación auricular no valvular tiene un 5% de probabilidades de sufrir un ACV al año. Una investigación llevada a cabo por Chest, reveló que los individuos con fibrilación auricular valvular presentan un 17% más de riesgos de tener un ACV que el resto de las personas.
6. Hiperlipidemia
La hiperlipidemia, o los niveles elevados de colesterol en sangre, son uno de los principales factores de riesgo de los ACV. El colesterol es una sustancia grasa producida por el hígado a partir de los alimentos que consumimos. Desafortunadamente, las cantidades excesivas de colesterol en sangre van a parar a las paredes de las arterias. La hiperlipidemia se refiere específicamente a las cantidades elevadas de colesterol y de lipoproteínas de baja densidad (LDL, por sus siglas en inglés) en sangre. El LDL se considera un tipo “dañino” de colesterol, debido a que contribuye con el desarrollo de arterioesclerosis que, a su vez, provoca cardiopatías coronarias y accidentes cerebrovasculares isquémicos.
Las estatinas son un tipo de medicamento administrado en pacientes con hiperlipidemia. Algunos ejemplos son la atorvastatina (Lipitor), la rosuvastatina (Crestor®), la pravastatina (Pravachol®), la simvastatina (Zocor®) y la fluvastatina (Lescol®). Un estudio científico publicado en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA) demostró que las estatinas reducen en un 25% los riesgos de padecer accidentes cerebrovasculares. Se recomienda que los niveles normales de colesterol LDL en sangre no excedan los 100 mg/dl.
7. Enfermedad de la arteria carótida
Las arterias carótidas son los vasos sanguíneos más importantes de la zona del cuello, que se encargan de suministrar sangre al cerebro. Los seres humanos tenemos una arteria carótida izquierda y una derecha. La estenosis o estrechamiento de la arteria carótida se debe, principalmente, a la arterioesclerosis (el engrosamiento de las arterias por placas de grasa, colesterol y grasa). La presencia de placas de colesterol en las arterias carótidas se fragmentan, se trasladan hasta el cerebro y provocan accidentes cerebrovasculares.
Los riesgos de sufrir un ACV aumentan según el grado de estenosis del paciente, lo que se determina por medio de una angiografía cerebral (diagnóstico por imagen de la arteria carótida). Durante la investigación de Asymptomatic Carotid Atherosclerosis Surgery (ACAS), los hombres con un 60-99% de estenosis asintomática de carótida, redujeron en un 66% las posibilidades de sufrir un ACV después de someterse a una endarterectomía carotídea. Este procedimiento quirúrgico consiste en abrir la arteria carótida y remover las placas de colesterol.
8. Tabaquismo
Los investigadores han revelado que fumar tabaco daña el corazón y los vasos sanguíneos. La nicotina presente en los cigarrillos eleva la presión sanguínea de forma significativa mientras que el monóxido de carbono en el humo reduce la cantidad de oxígeno que llega a los tejidos corporales y al cerebro. Una investigación publicada en la revista British Medical Journal reveló que los riesgos de sufrir un ACV se incrementan en un 2% en los fumadores empedernidos.
La exposición al humo de un fumador también daña el sistema cardiovascular y hasta eleva las probabilidades de sufrir un ACV en los no fumadores. El uso de anticonceptivos combinado con el tabaquismo eleva aún más los riesgos. No obstante, nunca es tarde para dejar de fumar. Una investigación publicada en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA) asegura que los peligros se reducen considerablemente a los 5 años de dejar este mal hábito.
9. Consumo excesivo de alcohol
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) aseguran que un trago estándar contiene 14 gramos de alcohol puro. Esta cantidad equivale a 350 mililitros de cerveza (con 5% de graduación alcohólica), a 230 mililitros de licor de malta (con 7% de graduación alcohólica), 140 mililitros de vino (con 12% de graduación alcohólica) y a 30 mililitros de bebidas espirituosas o licores (ginebra, ron, vodka o whisky), con 80% de graduación alcohólica.
Las guías alimentarias para los estadounidenses aseguran que el consumo moderado de bebidas alcohólicas se limita a un trago por día para mujeres y dos para los hombres. Una investigación clínica llevada a cabo en Hawái reveló que el consumo de alcohol está relacionado con el desarrollo de accidentes cerebrovasculares hemorrágicos. Un estudio publicado en la revista New England Journal of Medicine explica que existe una relación directamente proporcional entre la ingesta de alcohol y el desarrollo de ACV isquémicos.
10. Factores hereditarios
Los factores hereditarios son transmitidos de una generación a otra a través de los genes. Un gen es una unidad hereditaria básica, física y funcional. Los genes, que componen el ADN, brindan la información necesaria para producir moléculas denominadas proteínas. Todos los individuos cuentan con dos copias genéticas, una heredada de cada progenitor. El Proyecto del Genoma Humano estima que los seres humanos disponen de entre 20.000 y 25.000 genes.
Los riesgos serán mayores si un padre, abuelo o hermano ha sufrido un ACV. Un grupo de investigadores de la Universidad de Boston reveló que los niños cuyos padres habían tenido complicaciones cardiovasculares a los 65 años de edad eran más propensos a sufrir un ACV en algún momento de sus vidas. Los expertos aseguran que, por más que los demás factores de riesgo estén controlados (hipertensión, diabetes, tabaquismo, infartos de miocardio), los factores hereditarios cuadruplican las probabilidades de desarrollar un ACV después de los 65 años.