El hambre viene a menudo de repente y en proporciones voraces. Sin embargo, además del hambre física legítima, un recordatorio de que su cuerpo requiere alimento vital, a menudo anhelamos comida por razones que tienen que ver más con nuestros cerebros que con nuestros organismos. El estrés, el aburrimiento y nuestro estado de ánimo pueden también hacernos estar muertos de hambre y afectar nuestro peso y nuestra salud.
Vamos a descifrar los diez tipos más comunes de hambre que existen…
1. Hambre nutricional
El hambre nutricional es una respuesta física a la falta de combustible acompañada de síntomas de disminución del azúcar en la sangre, irritabilidad, debilidad, dolor de cabeza, sensación de hambre, barriga estruendosa e incluso temblores si esperamos mucho tiempo para alimentarnos. Lo más importante es recargar las baterías regularmente durante todo el día para evitar la hipoglucemia y la compulsividad inevitable por alimentos de media tarde, la cual puede ocurrir si esperamos mucho para saciar el hambre real. Para satisfacer el hambre física en un segundo, tenga a mano trozos frescos de fruta (por ejemplo, manzanas o naranjas) y aperitivos saludables (es decir, nueces crudas) en caso de una emergencia.
2. Hambre por estrés
Piense qué es lo primero que tiende a comer cuando el hambre es generada por estrés y ansiedad. Una barra de chocolate, una bolsa de caramelos, una orden grande de papas fritas — el cerebro asume el control cuando tenemos hambre por estrés con una tendencia natural a buscar alimentos indulgentes como un “mecanismo de supervivencia”. Según una investigación publicada en la Revista de Psicología del Consumidor, a menudo comemos durante momentos de estrés sin siquiera tener hambre… lo hacemos sólo para aliviar esos sentimientos negativos… hacer ejercicio o relajarnos es lo que el cuerpo realmente necesita.
3. Hambre por aburrimiento
La necesidad de comer cuando estamos teniendo una perezosa noche de martes es lo que me gusta llamar “alimentación por aburrimiento”. Cuando llega la monotonía, muchos tenemos la necesidad habitual de llenar ese vacío en tiempo y espacio con algo y ese “algo” son generalmente refrigerios no saludables. En cambio, llene ese tiempo tedioso con algo más que comida — píntese las uñas, salga a correr, pasee al perro o llame a un amigo para ir a tomar el té.
4. Hambre de distracción
Hay una razón por la cual tantos escritorios y cubículos de oficina están plagados de migas — el hambre de distracción. Es fácil que en el trabajo quedemos atrapados dentro de una bolsa de galletas saladas y sin darnos cuenta, tengamos la mayor parte de la bolsa vacía. Lo mismo ocurre al comer y ver televisión o usar la computadora; cuando nos distraemos con estímulos externos, literalmente caemos en lo que el Diario Americano de Nutrición Clínica llama una “amnesia alimenticia,” lo cual nos lleva a consumir calorías de manera distraída y a consumir normalmente más calorías de las necesarias para satisfacer el hambre real.
5. Hambre emocional
Comer cuando estamos sensibles — enojados, tristes, deprimidos o irritables — puede ser un negocio peligroso. Un estudio de la Universidad Estatal de Ohio vincula al hambre emocional con la tendencia a elegir alimentos insalubres en forma de azúcar y bocadillos con grasas trans. Por ejemplo, a menudo, escogemos el alimento más rápido y conveniente, que generalmente viene en forma de comidas pre-empacadas o de una ventanilla de comida rápida.
6. Hambre de celebración
Sólo llegue a la oficina más cercana en un cumpleaños, aniversario o jubilación y observará los efectos de la alimentación durante la celebración. Ya que no hay escasez de ocasiones especiales, el día moderno de oficina es un constante bombardeo de donas, pasteles de cumpleaños, comidas en restaurantes y delivery de pizza. La comida es un gran camino para conectarnos con nuestros compañeros de trabajo. Sin embargo, disfrutar de cada rebanada de pastel y pizza que llega a la oficina no debería ser su única manera de conmemorar las cosas buenas de la vida. En cambio, comience una nueva tradición de traer a sus compañeros en el trabajo un bouquet de frutas, flores y una tarjeta de regalo para celebrar ocasiones especiales.
7. Hambre visual
Si ha escuchado el término “mis ojos son tan grandes como mi panza”, entenderá lo que significa el hambre visual y cómo puede hacerle comer por el simple hecho ver comida. Por ejemplo, es difícil resistirse a una caja abierta de brownies o de donas en el comedor o en la sala de descanso y siempre hay una bandeja de galletas sobrante que queda de alguna reunión. Es casi una costumbre agarrar una incluso si no tiene hambre. En cambio, si ve comida, abandone el área y pregúntese a sí mismo si tiene mucha hambre. Si la respuesta es no, evite la indulgencia. Si la respuesta es sí, tome uno y aléjese de la zona el resto del día.
8. Ataque antojos por la tarde
Ya hemos hablado de que media tarde es el momento en el que llegan los antojos de merienda. Podría ser hambre legítima o simplemente podría tratarse de la anticipación del final de la jornada laboral. De cualquier manera, todos sucumbimos y corremos hacia la máquina expendedora. Por el contrario, sea proactivo y ponga meriendas saludables en el escritorio o nevera del trabajo (es decir, nueces crudas, yogur griego y bayas o fruta fresca).
9. Hambre de SPM
Tampoco quiero reconocerlo señoras, pero en los días antes de “ese tiempo del mes” toda mi fuerza de voluntad se va por la ventana y voy corriendo a la cafetería más cercana a comprar alguna delicia horneada. Culpe al hambre del SPM o a los cambios hormonales, los cuales traen ataques de hambre voraz repentina y antojos de bocadillos dulces, salados, almidonados y decadentes. Prefiero ser consciente de esto antes que ignorarlo; tenga en cuenta las pistas del hambre del SPM y descubra por qué se está produciendo. En lugar de comerse todo un kilo de helado, permítase comer un poco de algo dulce (es decir, un recipiente pequeño de yogur descremado congelad) o unos cuadritos de chocolate negro) para satisfacer su indulgencia y el deseo se desplomará.
10. Hambre de vacilación
Tiene un gran trabajo o un ensayo que entregar pronto, pero no puede comenzar sin comer algunas golosinas primero. Sin embargo, no está hambriento — ¡sólo está procrastinando! Según especialistas en Nutrición Consciente en Seattle, comer puede interpretarse como algo productivo en momentos en que se avecinan plazos de entregas. Sin embargo, ponerse a trabajar en vez de comer refrigerios sin pensar para posponer un proyecto, le dará un sentido saludable de logro y satisfacción.